No necesito más espacio-tiempo que no sea cada
segundo en tu piel.
No
necesito más intensidad que esa mirada
y más resistencia que la que está ofreciendo mi
corazón a no caer rendido a tus pies.
Dos cuerpos en una noche
a
punto de electrocutar a cualquier insecto que se acerque a sus subidas y
bajadas de tensión.
Sin
cortocircuitos,
solamente
incendios en los que hacernos cenizas y recogernos juntos.
No necesito más hombres en los que perderme que apunten al norte,
regalándome
brújulas que a pesar de tener puntos cardinales no me llevaron a ninguna parte,
solo me
partieron en infinidad de trocitos que esparcieron por vete a saber tú dónde.
Desde entonces,
empecé
a relatar mis pérdidas y únicamente pude escribir puntos suspensivos.
Me
he dado cuenta de que no necesito las partes que antaño me rompieron
porque
esa ya no soy yo.
Estaba
perdida en mis ruinas y fuiste el haz de luz entre la oscuridad que no me
asustó.
Siempre
he tenido una pésima orientación y unos miedos que me superaban.
Estaba equivocada, soy errante por naturaleza y no voy a privar a mi instinto
arrepintiéndome.
No
necesito más que reconocer mis miedos
pero
aún no quiero saber cómo enfrentarme a ellos sin tu música retumbándome por
dentro.
Tú
aún no sabes tocar ningún instrumento
ni
yo seré jamás instrumento en manos de cualquier hombre.
No necesito ser música, poeta, sinuosa y fugaz;
si
antes no he sido letra, caligrafía, onda y estrella.
Y
mira que podríamos ser una constelación en el cielo de verano,
impertérrita
en el tiempo sin vejez que nos separe.
Pero,
no necesito ser nada de eso.
Yo, que
soy una mujer incomprendida,
que
se dedica a derramar su vida por el mundo mientras pasan los días.
Un
mundo que no la necesita, un lugar desinflado de sentimientos en el que no
se ubica.
Por
eso solo necesito que me permitas compartir este preciso pensamiento
contigo:
desintegrémonos.